La leyenda cuenta que el año 1285 el ejercito francés llegó a la ciudad para atacarla, y para evitarlo los habitantes de Girona cerraron las puertas de la muralla con la finalidad de defenderse de los franceses desde ésta. Los franceses no fueron capaces de conquistar la ciudad, con lo que empezaron a ocupar los barrios que quedaban fuera de la muralla. En aquella época, la Esglèsia de Sant Fèlix, donde descansaban los restos de Sant Narcís, se encontraba fuera de los límites de la ciudad, y el ejercito francés la conquistó y fue ocupada como caserna militar.
Los soldados del ejercito francés, quisieron desanimar al enemigo esparciendo los restos de Sant Narcís por las calles, pero un carpintero lo vio, recogió los restos y los guardo en una caja. Aquél día, más tarde, de la caja empezaron a salir moscas del tamaño de una bellota, de color verde azulado y con la cabeza con forma de aguijón. La gran nube de moscas se dirigió hacia el campamento del ejército francés y los atacó con sus aguijones. Los franceses lloraban y gritaban de miedo. Al final el ejército retrocedió, y fue así cómo Francia perdió el cerco de Girona.
Y también cuenta la leyenda que cada vez que los habitantes de Girona se sentían atacados llevaban el sepulcro de Sant Narcís a las murallas para defender la ciudad con su ejercito de moscas.
Y también cuenta la leyenda que cada vez que los habitantes de Girona se sentían atacados llevaban el sepulcro de Sant Narcís a las murallas para defender la ciudad con su ejercito de moscas.
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